Fue hace muchos años ya... no estoy muy seguro pero yo diría que por el año 92 (esto ya me suena a habanera)... ¡Serán más de 20 años? Por ahí va la cosa...
Conocí a Concha a través de Jose Manuel, el de la papelería en la calle Ponzano. Ya le conocía porque era vecino y me pasaba por ahí, yo siempre intentando ser fiel cliente de los negocios que me tratan bien (esto fue mucho antes de que se pusiera de moda eso de la "fidelización" de clientes...
En fin, llevaba 6 o 7 años viviendo en Chamberí, a la vuelta como el que dice sin querer. Entonces me fui cuando me dí cuenta que la chica con la que vivía me estaba poniendo los cuernos (al principio no entendía los dolores de cabeza, y pensaba que sólo era que tenía muchas cosas en la cabeza...tenía razón). Pero eso, al fin y al cabo, es otra historia...
El resultado es que un buen día Jose me comentó que él tenía un grupo de amig@s que solían salir de excursiones, de camping, etc. y me preguntó si quería irme con ellos. Yo, sientiendome solo y queriendo ampliar mi círculo de amistades (ya sabéis lo que pasa cuando una pareja rompe, parece que desgraciadamente se rompen los vínculos afectivos con las amistades en común...será porque nadie quiere tomar partido, o pensando que la pareja rota se convierte en un par de "apestados" y que esas cosas se contagian...) pensé que era una magnífica idea. Bueno, lo era, aunque a nivel intelectual me parecía buena idea, en el fondo los que pasamos esas etapas de transición también queremos "aislarse" y no relacionarse con nadie. O no tan pronto.
Pero tomé la decisión que sí quería conocer a más gente, es más... lo necesitaba. Y así fue. Terminé yendo con el grupo de Jose Manuel: Teresa, Begoña, Paquita, otra enfermera del Gómez Ulla cuyo nombre se me escapa, y Concha, además de alguno que otro más que ya no está con nosotros.
En resumido, me lo pasé de maravilla. Si bien recuerdo fue una salida a Hita, al festival medieval. Comimos gachas con uvas, bebimos un vino peleón y nos divertimos un montón. Fue una noche encantadora, repleto de entretenimiento, con teatro de pueblo al aire libre incluído y el pelo azabache de Concha, que brillaba con la luna llena.
Poco a poco les fui conociendo, profundizando en mi recién encontrada relaciones, en unas maravillosas amistades. Fueron muchas salidas, muchos viajes: La Hurdes, varios ríos y pantanos, el carnaval de Badajoz (Jose Manuel y yo vestidos de jeques árabes y lo único que decíamos era "Salam Alekum", así toda la noche hasta la madrugá...), a Pegerinos, aquí y allá. Muchos viajes, muchos.
Cómo lo disfruté, siempre me sentí atraído por Concha, llegué a enamorarme de ella pero desde un principìo (ya cuando estaba en el I.C.E.) lo dejó claro que su corazón se decantaba por otro. Era Jose, le conocí una noche y me cayó muy bien. Pensé que hacían una gran pareja, y todavía lo sigo pensando. Les tengo mucho cariño a los dos, me han mostrado que son verdaderos amigos, no esos de "ji-jí, ja-já" que das una patada a una piedra y te salen 40 volando...
Concha, ay Concha ("la Concha de tu madre", nunca mejor dicho, y sin segundas). Como admiro y quiero a esa pequeña-gran mujer, que me ha mostrado lo que es una verdadera amistad. Que me ha dado tantas alegrías y obligado a pensar y sopesar tantas cosas, a cuestionarme, a aclarar mis ideas, a poner a prueba mis valores y mis pensamientos.
Gracias por todo, Concha, has sido y seguirás siendo una estrella polar, contigo nunca me sentiré desnortado. Gracias por esa sonrisa, por esa mirada chispiante, por esa fina ironía, por ese andar por la vida con la verdad por delante y con la mayor gracia del mundo. Por ese intelecto rico y todas esas vivencias y experiencias. Por enseñarnos lo que es cariño y ternura, pero también firmeza y convicción. Por mostrarnos lo que es familia, cuidar los suyos, darlo todo y luchar por las creencias de uno. En lo más íntimo, en lo más profundo. Gracias, Concha.
Lo dejo aquí, estoy trabajando y a punto de llorar. Y, sí, gracias a Jose por haber sido el mejor, el mejor amante y acompañante, y también el mejor amigo. ¡Vaya pareja! Estoy muy orgullosos de conoceros. Sé que estáis en las mejores manos, el uno con el otro. Que sea por mucho más...
forever.
Ay, Concha. Son 50, que bonitos, cuando te conocí apenas tenías 30. Eres como el vino, cuanto más añejo, mejor. Que sigas así, siempre. Y lo harás, en nuestros corazones, en los de los que te conocen. Como yo, que he tenido ese honor y placer.
Un besito, guapa. ¡Y que viva Cuba libre, coño!
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